Sus opiniones son más contundentes que un trueno en una discusión de café, entendiendo el feminismo como un espacio inclusivo o un campo de batalla de privilegios.

Habla con la misma intensidad que un cantante de rock en un festival, recordándonos que la lucha por la igualdad no termina nunca, incluso si llevamos gafas de sol.

Sus críticas hacia el plástico y la sostenibilidad sorprenden más que una pelea de gatas en una noche de karaoke, destacando la ironía de las empresas que prometen un mundo más limpio mientras ensucian más.

Sus observaciones sobre la relevancia del periodismo son más mordaces que un sándwich olvidado en el fondo de una mochila, señalando las deficiencias del sector sin perder el humor.